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14/04/2023 Viernes de la Octava de Pascua (Jn 21, 1-14)

Simón Pedro les dijo: Me voy a pescar. Ellos contestaron: Nosotros también vamos contigo.

No están todos, los once. Pero son siete; número satisfactorio para que todo vaya bien. Están en Galilea y están esperando. Creían haber olvidado definitivamente las barcas y las redes, pero han vuelto a ellas. ¡Algo tienen que hacer! Están llenos de incertidumbres.

Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.

Frustración sobre frustración. Es de noche y todo es oscuridad alrededor. También en lo interior. Pero la noche siempre desemboca en el amanecer: Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.

Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. La echaron, y no podían sacarla por la multitud de peces.

De repente todo cambia; todo se llena de luz. Cuando escucho y actúo en sintonía con la Palabra de Jesús, con la Palabra que es Jesús, entonces se me llena la red. Juan es el primero en reconocer a Jesús: ¡Es el Señor! Como fue el primero, en la mañana de la resurrección, en llegar al sepulcro y creer. Las tres palabras pronunciadas por Juan son un pregón glorioso de salvación, porque si confiesas con la boca que Jesús es Señor, si crees de corazón que Dios lo resucitó de la muerte, te salvarás (Rm 10, 9).

Anunciar y dar testimonio es posible únicamente si estamos junto a Él, justamente como Pedro, Juan y los otros discípulos. Esto es importante para nosotros: vivir una relación intensa con Jesús, una intimidad de diálogo y de vida, de tal manera que lo reconozcamos como el Señor (Papa Francisco).

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