14/04/2025 Lunes Santo (Jn 12, 1-11)
- Angel Santesteban
- 13 abr
- 2 Min. de lectura
La casa se llenó de la fragancia del perfume.
La fragancia del perfume muy caro que María de Betania, la hermana de Lázaro y de Marta, ha derramado sobre los pies de Jesús. Los allí presentes quedan aturdidos. Es que, además de derrochar el perfume, la mujer ha enjugado los pies de Jesús con su cabellera. Las personas sensatas se escandalizan: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres? El Evangelista Juan atribuye estas palabras a Judas. Mateo las atribuye a todos los discípulos (Mt 26, 8).
Sabemos que el amor tiene poco de razonable; que se parece a la enajenación de la locura. Las cosas del amor resultan, con frecuencia, incomprensibles para la razón o el sentido común. Por eso que esta mujer escandaliza a los sensatos: sus gestos parecen indecentes. Y, sin embargo, Jesús se deja hacer.
La acción de María de Betania es un anticipo de lo que Jesús hará con sus discípulos cuando les lave los pies en la última cena. La acción de María de Betania es también un anticipo de la abundancia del perfume que derramaremos los cristianos a los pies de Jesús a lo largo de los siglos.
Pero estemos atentos, porque no es difícil dejarse contagiar por el cristianismo de la sensatez, en el que todo está bien medido y regulado. A los ojos de la gente, pareceremos más serios y austeros y santos. Pero entonces la casa en que vivimos huele a cualquier cosa menos a perfume.
María de Betania nos muestra el camino de la mejor manera de ser cristiano. Una manera hecha de gestos más que de palabras. Una manera de movernos en la órbita del amor, sin miedo a romper normas y sin cálculos.
Comments