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14/06/2021 Lunes 11 (Mt 5, 38-42)

Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente. Pues yo os digo que no opongáis resistencia al que os hace el mal.

La violencia más difícil de combatir es la que llevamos dentro; unos de forma más evidente, otros de forma más solapada. Solamente cuando la hayamos domado, podemos pensar en combatir la violencia ajena. Es una lucha en que tenemos que empeñarnos a diario. El Papa Francisco dice que la oración hace milagros. Y esto vale no solo cuando tenemos enemigos, sino también cuando percibimos alguna antipatía, alguna pequeña enemistad.

Si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra.

Este es un ejemplo claro que nos muestra cómo no hay que entender la Escritura literalmente, desde la letra, sino espiritualmente, desde el Espíritu. Dice el Papa Benedicto, la Palabra de Dios nunca está presente en la simple literalidad del texto. Cuando Jesús fue abofeteado no presentó la otra mejilla, sino que protestó: Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas? (Jn 18, 23).

Da a quien te pide y al que te solicite dinero prestado no lo esquives.

Para nosotros, todo tiene un precio; también la salvación. Nos movemos en la dinámica mercantil de la reciprocidad. Pero Dios solamente sabe de gratuidad. Nuestra más profunda conversión consiste en pasar de la religión de las obras, del esfuerzo, del voluntarismo, del moralismo, a la religión de la gracia, del amor gratuito. Así lo dice Jesús: Convertíos y creed en el Evangelio (Mc 1, 15).

La gratuidad es la acción de Dios por la que, en su inescrutable sabiduría, visita a los hombres con independencia de sus esfuerzos y sus méritos y les impulsa amorosamente hacia el bien (San Agustín).

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