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14/10/2020 Miércoles 28 (Lc 11, 42-46)

¡Ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza. y dejáis a un lado la justicia y el amor a Dios!

Es el primero de la serie ¡ay de vosotros! Jesús los pronuncia sentado a la mesa en casa del fariseo. Es posible que los pasemos de largo convencidos de que no nos atañen. Pero leámoslos despacio y nos daremos por aludidos al menos con alguno de ellos. Por ejemplo:

¡Ay de vosotros, los fariseos, que amáis el primer asiento en las sinagogas y que se os salude en las plazas!

No es necesario sufrir lo que los psiquíatras llaman trastorno histriónico de la personalidad para aceptar esta advertencia de Jesús como dirigida también a nosotros. ¡Quién no sabe de vanaglorias fatuas y de vanidades necias! Santa Teresa escribe: El Señor sabe que somos muy amigos de la negra honra; sabe que ese es el mayor obstáculo para que perdonemos. Por eso dice, como cosa más dificultosa de alcanzar de nosotros, que pidamos al Padre nos perdone como nosotros perdonamos.

No podemos presumir de estar limpios de espíritu fariseo. Por eso es saludable preguntarme cuánto me tocan estas serias advertencias de Jesús. Si lo hago seriamente acabaré preguntándome cuánto me ocupo de mí mismo y cuánto de los demás. Es la pregunta más decisiva y más concluyente.

La utilización de lo religioso como forma de control o de abuso de poder continúa hoy en nuestro mundo como en la época de Jesús. Los fundamentalismos son un buen ejemplo de ello. El diálogo, la apertura a quienes son diferentes, el sentido crítico, son un buen antídoto contra estas formas de utilización de lo religioso (Papa Francisco).

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