14/10/2023 Sábado 27 (Lc 11, 27-28)
- Angel Santesteban
- 13 oct 2023
- 2 Min. de lectura
Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.
Al comienzo de su Evangelio, Lucas nos ha presentado a Isabel proclamando dichosa a María porque ha creído lo que el Señor le había dicho por boca del ángel. Ahora, una mujer de entre el gentío, la proclama dichosa por ser la madre biológica de Jesús. No es que a Jesús le desagraden las fervientes palabras de aquella mujer, pero las corrige.
Mejor, dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.
El camino hacia la dicha comienza con la escucha. Después vendrá lo de acatar lo escuchado. Lo fundamental es la escucha. Esto vale para todo ser humano. La madre de Jesús es el mejor ejemplo de escucha.
La escucha requiere silencio; requiere ausencia de ruidos, físicos o de cualquier otro tipo. El encuentro de Dios con Elías en el Horeb (1 R 19, 12), no acaeció en el violento huracán, ni en el terremoto, ni en el fuego, sino en la suave brisa; es el espacio de la música callada y de la soledad sonora.
Quien quiera ser dichoso debe aprender a escuchar; y perseverar en el ejercicio de la escucha. Aprender a escuchar a la naturaleza, a los prójimos, a Dios en su Palabra. Solamente la escucha nos libera del sinsentido de la vida, de inquietudes y preocupaciones; ¡incluso de nosotros mismos!
Será bueno preguntarnos qué es lo que nos dificulta la escucha. Preguntarnos cuáles son las excusas con las que tratamos de engañamos a nosotros mismos para eludir la escucha. Porque, si siempre tenemos tiempo para las cosas más prosaicas del vivir diario, ¿por qué será que no tenemos tiempo para ponernos en el camino de la dicha que es la escucha?
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