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14/12/2021 San Juan de la Cruz (Jn 17, 17-26)

Conságralos con la verdad: tu palabra es verdad.

Horas después de pronunciar estas palabras ante sus discípulos en la sobremesa de la Última Cena, Jesús dirá a Pilato: He venido al mundo para dar testimonio de la verdad. Pilato responde: ¿Qué es la verdad? (Jn 18, 37-38). Pilato no entiende; no puede entenderlo. ¿Lo entendemos nosotros? Posiblemente no lo entendemos como debiéramos. ¿Quizá porque no fuimos bien iniciados en la fe? ¿Quizá porque no la hemos madurado y personalizado?

Los predicadores, con demasiada frecuencia, nos han dicho que la razón de ser de la encarnación y de la redención de Jesús es el pecado. Nos invitan a mirarnos a nosotros mismos; nos invitan a la expiación y a la reparación porque Dios está enojado; nos invitan a llorar bien arrepentidos por lo malos que somos; lo cual es verdad.

Los místicos no están de acuerdo con esta manera de entender la realidad más profunda de la encarnación y redención de Jesús. Nos dicen que la razón de ser de la encarnación y de la redención es el amor de Dios. Nos invitan a contemplar al Crucificado; nos invitan a llorar de alegría por el amor de Dios llevado hasta ese extremo; lo cual es la suprema verdad.

Juan de la Cruz pone estos versos en labios de la Suprema Verdad: Iré a buscar a mi esposa, - y sobre mí tomaría - sus fatigas y trabajos, - en que tanto padecía; - y porque ella vida tenga, - yo por ella moriría, - y sacándola del lago - a ti la volvería (Romances). Y así canta en el poema del Pastorcico: Un pastorcico solo está penado, - ajeno de placer y de contento, - y en su pastora puesto el pensamiento, - y el pecho del amor muy lastimado.

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