15/01/2022 Sábado primero (Mc 2, 13-17)
- Angel Santesteban
- 14 ene 2022
- 2 Min. de lectura
Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: Sígueme. Él se levantó y le siguió.
Al pasar. Ha curado al paralítico. Ahora sale a pasear por la orilla del lago. Allí, poco antes, también al pasar, había llamado a sus primeros discípulos (1, 16-20). ¿Decisión premeditada? No lo parece. Como tampoco ahora la llamada a Leví. Jesús, en todo momento identificado con Abbá, vive intensamente el presente y actúa así: al pasar. ¡Un discípulo publicano! ¡Inaudito! ¿Escandaloso?
Y sucedió que estando Él a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos.
Uno de los iconos preferidos de Jesús para sus parábolas es el banquete. Es una imagen muy apropiada del banquete del reino en el que a todos se les obliga a entrar, a los malos y a los buenos (Mt 22, 10).
Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y publicanos, decían a los discípulos: ¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y pecadores?
Al Papa Francisco le gusta hablar de periferias. Pide a los creyentes salir a las periferias, sin esperar a que las periferias vengan a nosotros. No hace sino invitarnos a seguir los pasos de Jesús. Sin miedo a ensuciarnos o contaminarnos. Quienes más necesitan salvación son los perdidos y marginados: No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. Que no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.
Un autor espiritual escribe: El Dios de Jesucristo no es un premio para el pecador arrepentido. Se diría, por el contrario, que el pecador es el que parece ser un premio para Dios, a juzgar por tantas parábolas.
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