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15/05/2021 San Isidro (Jn 16, 23b-28)

Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre.

Salí del Padre. Porque en el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios (Jn 1, 1). Jesús sorprende a sus discípulos dirigiéndose a Dios con el diminutivo de Padre, que es ABBÁ. No conseguimos asimilarlo. ¿Quizá nos parece irreverente?

Y he venido al mundo. Porque siendo de condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios, sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo (Flp 2, 6-7). Y la Palabra se hizo hombre y acampó entre nosotros (Jn 1, 14). Ha venido al mundo para que tengamos vida y la tengamos en abundancia (Jn 10, 10).

Ahora dejo el mundo. Nadie le quita la vida; la ofrece voluntariamente, y tiene poder para darla y poder para recobrarla de nuevo (Jn 10, 18). La hora de la muerte es la hora de pasar de este mundo a Abbá. Así para Él; así también para todo hijo de Dios.

Y vuelvo al Padre. Pero no vuelve solo; quiere, y pide al Padre, que los que tú me has dado estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo (Jn 17, 24). Él es el Camino. Mientras peregrinos en el mundo, nos lleva de la mano de la fe, a veces luminosa, a veces oscura. Hasta que, concluida la peregrinación, desaparecerá toda oscuridad, porque seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es (1 Jn 3, 2). Somos hijos en el Hijo; por tanto, todos hermanos. Es la gran realidad en la que siempre intentaremos sumergirnos un poco más.

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