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15/08/2022 Asunción de María (Lc 1, 39-56)

Celebrando esta fiesta de la Asunción de María caemos en la cuenta de lo unidos que están la Madre y el Hijo. Caemos también en la cuenta de lo glorioso de nuestro futuro. El Papa Francisco dice: La fiesta de la Asunción de María es una llamada para todos nosotros, especialmente los más afligidos acostumbrados a mirar hacia abajo y que no pueden levantar la mirada. Miremos hacia arriba, el cielo está abierto; no infunde miedo, ya no está distante porque en el umbral hay una madre que nos espera.

Celebramos esta fiesta haciendo nuestro el cántico de María: Proclama mi alma la grandeza del Señor.

Con el Magnificat, María se hace portavoz de la humanidad entera. Alaba a Dios por las maravillas que Dios ha hecho, hace y hará en ella. Pero es que, además, María percibe que el niño que lleva en sus entrañas revolucionará y transformará todo. María sabe, como Pablo, que Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tim 2, 4). El niño de María es el Salvador y ante Él, al final de los tiempos, toda rodilla se doblará en los cielos, en la tierra y en los abismos (Flp 2, 10).

El Magnificat expresa la alegría incontenible de María que vive una profunda experiencia personal de salvación y cree que Dios hará partícipes de esta misma experiencia a toda la humanidad. María, a la luz de su gozosa experiencia, está convencida de que la salvación que viene al mundo con su niño es gratuita y es universal.

Evidentemente, las experiencias y convicciones de María se mueven en la órbita de la fe, no de los sentimientos o de los resultados visibles. En la órbita de la fe se gira en torno al Sol, al Hijo de María, movidos por las fuerzas de la confianza y de la humildad.

Que esta fiesta de la Asunción de María, sirva para que hagamos de su cántico un compañero permanente de nuestra vida.

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