Cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas…, con el fin de ser honrados por los hombres.
Tales comportamientos nos parecen hoy bastante ridículos. Pero, en el fondo, no somos tan diferentes de aquellos fariseos. ¿Quién no gusta de ser reconocido y respetado? ¿Quién no siente la necesidad de ser valorado y tenido en cuenta? ¿Quién no está contaminado de narcisismo y egocentrismo? De ahí la insistencia de Jesús en que hagamos las cosas en lo secreto. Sin buscar recompensas humanas haciendo nuestra la actitud de Jesús de la pura gratuidad, y sin buscar tampoco recompensas divinas. Tratemos de superar la obsesión de acumular méritos ante Dios o ante los hombres.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan.
Hoy la limosna y el ayuno se han devaluado. Porque lo normal es que demos limosna de lo que nos sobra. Y porque, con frecuencia, ayunamos por motivos de salud más que por motivos de penitencia. Deberíamos todos buscar formas nuevas de ayunar y de hacer limosna. Por ejemplo, privándome de cosas que no tienen que ver con el estómago: ¿quizá el ayuno de las pantallas? O haciendo limosna con cosas que no tienen que ver con el dinero: ¿quizá la limosna de mi tiempo?
Guardaos de hacer las obras buenas en público solamente para que los vean.
Son palabras que valen para todos nosotros como individuos y como grupo. Podemos aplicarlas a las manifestaciones públicas de fe en ambientes en los que la fe es minoritaria: No echéis vuestras perlas a los puercos, no sea que las pisoteen y después se revuelvan para destrozaros (Mt 7, 6).