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15/10/2021 Santa Teresa de Jesús (Jn 4, 5-15)

Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le habrías pedido a Él, y Él te habría dado agua viva.

¡Oh, qué de veces me acuerdo del agua viva que dijo el Señor a la Samaritana!, y así soy muy aficionada a aquel Evangelio. Desde muy niña lo era.

¡Oh Señor de mi alma, y quién tuviera palabras para dar a entender qué dais a los que se fían de Vos, y qué pierden los que llegan a este estado, y se quedan consigo mismos!

Quisiera yo siempre traer delante de los ojos su retrato e imagen… Tengo para mí que la causa de no aprovechar más muchas almas y llegar a muy gran libertad de espíritu…, es por esto. Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes… Es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos, traerle humano... Nosotros no somos ángeles, sino tenemos cuerpo. Querernos hacer ángeles estando en la tierra es desatino… Yo no puedo pensar en qué piensan; porque, apartados de todo lo corpóreo, para espíritus angélicos es estar siempre abrasados en amor, que no para los que vivimos en cuerpo mortal… He visto claro que por esta puerta de la Humanidad sacratísima hemos de entrar, si queremos nos muestre la soberana Majestad grandes secretos… Todo nuestro bien y remedio está en la sacratísima Humanidad de nuestro Señor Jesucristo… El mismo Señor dice que es camino; también dice el Señor que es luz, y que no puede ninguno ir al Padre sino por Él; y quien me ve a mí ve a mi Padre.

Vida, ¿qué puedo yo darle – a mi Dios que vive en mí, - si no es el perderte a ti, - para merecer ganarle? - Quiero muriendo alcanzarle, - pues tanto a mi Amado quiero, - que muero porque no muero.

Juntáis quien no tiene ser – con el Ser que no se acaba; - sin acabar acabáis, - sin tener que amar amáis, - engrandecéis nuestra nada.

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