top of page
Buscar

15/11/2021 Lunes 32 (Lc 18, 35-43)

Cuando se acercaba a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna.

Es muy sencillo identificarnos con el ciego. ¿Quizá por lo de la ceguera? ¿O quizá porque, cansados del seguimiento de Jesús, hemos decidido sentarnos junto al camino y conformarnos con las migajas que caen de la mesa del Padre? En este caso, nos veremos pronto necesitados de pedir socorro: Jesús, hijo de David, ten compasión de mí. Pero…

Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: Hijo de David, ten compasión de mí.

Es muy posible que nuestro grito se encuentre con el muro de quienes están cerca de Jesús y parece que abren camino. Será necesaria una muy determinada determinación. Será necesario no dejarnos condicionar por las obstrucciones de los buenos.

Jesús se detuvo y mando que se lo trajeran.

Comentario del Papa Francisco: Jesús se detuvo y dijo: Mirad allí, traedlo a mí. Así hace que los discípulos giren la cabeza hacia las periferias que sufren. No me miréis solo a mí. Sí, tenéis que mirarme, pero no solo a mí. Miradme también en los demás, en los necesitados.

Al instante recobró la vista y le seguía glorificando a Dios.

Vuelve la luz, vuelve la vida, y el ciego se pone en camino. Ahora sí que vale la pena vivir. El ciego ve ahora lo que muchos de los que siguen a Jesús no ven todavía. Es fruto de su fe o confianza en Jesús. La fe que abre los ojos a la más auténtica visión del mundo y de la vida. La fe que hace que lo veamos todo con los ojos de Dios y apreciemos todo, personas y cosas, en su justo valor.

0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comentários

Não foi possível carregar comentários
Parece que houve um problema técnico. Tente reconectar ou atualizar a página.
bottom of page