¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento?... Os digo que entre los nacidos de mujer ninguno es mayor que Juan.
La gente admiraba al Bautista. Llamaba mucho la atención su estilo de vida, su forma de vestir, de comer, de hablar… Nosotros no estamos llamados a imitar el estilo de vida del Bautista, pero sí a no dejarnos llevar por el estilo de vida de nuestro mundo: modas y consumismo no están de acuerdo con el Evangelio.
La mayor alabanza del Bautista la pronuncia Jesús: Entre los nacidos de mujer, nadie mayor que Juan. Sin embargo, como comenta el Papa Francisco, Juan Bautista, el más grande de los profetas, nos enseña una regla fundamental de la vida cristiana: hacernos pequeños con humildad para que sea el Señor quien crezca.
No hay expresión de humildad más profunda que la de vivir olvidado de uno mismo. Como san Pablo que dice: Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Esta vida en la carne la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gal 2, 20). O como santa Teresita que escribe: Lo único que hay que hacer es amarle sin mirarse uno a sí mismo y sin examinar demasiado los propios defectos.
Y, sin embargo, el último en el reino de Dios es mayor que él.
El Bautista, que personifica la sobriedad y la coherencia, pertenece a la antigua alianza; se quedó a las puertas de la novedad del Reino. Por eso que nosotros, menos sobrios y coherentes, somos mayores que él: Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron (Mt 13, 17). ¿Somos conscientes de esto?
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