16/02/2022 Miércoles sexto (Mc 8, 22-26)
- Angel Santesteban
- 15 feb 2022
- 2 Min. de lectura
Cuando llegaron a Betsaida le llevaron un ciego y le pidieron que lo tocase.
La mejor manera de entender este relato del ciego de Betsaida es situándolo en su contexto: lo sucedido antes y lo que sucederá inmediatamente después. Hace unas horas, los discípulos han sido testigos de la multiplicación de los panes y, en seguida, han estado preocupados por la falta de pan. El lento proceso de sanación del ciego es un reflejo del itinerario de fe del cristiano.
Primera etapa del itinerario de fe: Tomando al ciego de la mano, lo sacó a las afueras de la aldea, le untó con saliva los ojos, le impuso las manos y le preguntó: ¿Ves algo?
Es necesario salir fuera: fuera de la gente, fuera de nuestras seguridades. Es necesario estar a solas con Él, oír su palabra, sentir que nos toca. Y cuando empezamos a ver hombres como árboles, cuando empezamos a asociar al Hijo del Hombre con el árbol de la cruz, entonces entramos en la siguiente etapa: Veo hombres; los veo como árboles, pero caminando. La primera etapa del camino cristiano puede ser fervorosa. Llegamos a creer que vemos bien, pero no tenemos idea de lo que es ver con claridad.
Segunda etapa del itinerario de fe: De nuevo le impuso las manos a los ojos. El ciego afinó la mirada, fue sanado y distinguía todo con claridad.
Después de este episodio, el Evangelista nos ofrece el de la confesión de Pedro: Tú eres el Mesías. Pedro transita todavía por la primera etapa de su itinerario de fe. Su visión es deficiente. El árbol, la cruz, no entra en sus planes. El discípulo distingue todo con claridad, solamente cuando olvida al Mesías triunfador y acepta al Mesías crucificado.
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