Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Haré bien escuchando esta pregunta como dirigida a mí mismo. Y respondiendo al Señor con la mayor sinceridad desde lo hondo del corazón. ¿Cuánto coincido con Pedro en lo que digo? ¿Cuánto coincido con Pedro en lo que pienso?
Pedro responde: Tú eres el Mesías. Es una buena respuesta. Pero Pedro no entiende lo que dice. Porque cuando Jesús se pone a explicar su mesianismo, Pedro se lo lleva aparte y se pone a increparlo. Primero le proclama Mesías con mucho entusiasmo para, inmediatamente, oír cómo Jesús le rechaza por actuar como Satanás: ¡Quítate de mi vista, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres. Para Pedro, mesianismo es sinónimo de triunfo y de éxito; para Jesús, mesianismo es sinónimo de derrota y de fracaso.
¿No pensamos también nosotros como Pedro? ¿No nos gustaría que el cristianismo y la Iglesia dirigiesen con su batuta la orquesta del mundo en una sinfonía siempre fantástica y siempre inacabada?
Pedro quiere mucho a Jesús; lo ha dejado todo por Él. Además, Pedro cree saberlo todo sobre Jesús. La verdad es que Pedro apenas conoce a Jesús. Y necesita una profunda purificación. Los instrumentos que el Señor usará con él para esa purificación serán sus propios pecados y limitaciones.
Cuando Jesús dice que su misión se cumple no en el amplio camino del triunfo, sino en el arduo sendero del Siervo sufriente, humillado, rechazado y crucificado, entonces puede sucedernos también a nosotros como a Pedro, y protestar y rebelarnos porque eso contrasta con nuestras expectativas. En esos momentos, también nosotros nos merecemos el reproche de Jesús (Papa Francisco).
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