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16/04/2025 Miércoles Santo (Mt 26, 14-25)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • hace 4 días
  • 2 Min. de lectura

Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían, les dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.

Los discípulos quedan consternados. Uno a uno le preguntan: ¿Soy yo, Señor? Judas es el último en preguntar. Lo hace de manera distinta a la de sus compañeros; recurre al apelativo usado por los adversarios de Jesús: ¿Soy yo, maestro? Judas ya no reconoce el señorío de Jesús. Judas, que ha criticado en público a María de Betania por derrochar un perfume muy caro, decide ahora entregar a Jesús por dinero: ¿Qué me dais si os lo entrego a vosotros?

Los discípulos están consternados. No caen en la cuenta de que todos albergamos un Judas en lo más hondo de nuestro ser. El Papa Francisco dice: Pensemos en el pequeño Judas que cada uno de nosotros tiene dentro de sí a la hora de elegir entre lealtad o interés. Cada uno de nosotros tiene la capacidad de traicionar, de vender, de elegir por el propio interés. Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de dejarse atraer por el amor al dinero o a los bienes o el bienestar futuro.

Judas está desencantado con Jesús; no ha encontrado en Él lo que esperaba. Es hombre de sueños grandes y realidades pobres. Pero lo peor de Judas es creer que el pecado es mayor que la misericordia; creer que no puede haber perdón para él. Acaba desesperado. En verdad, en lo más profundo de su ser era de noche. Es la hora del triunfo provisional de las tinieblas. El arrepentimiento que no sale de la propia oscuridad es destructivo. Pero el arrepentimiento que sale de uno mismo para aferrarse a la misericordia es liberador y salvador.

 
 
 

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