Lo que os he dicho os ha llenado de tristeza; pero os digo la verdad: os conviene que yo me vaya. Si no me voy, no vendrá a vosotros el Valedor; si me voy os lo enviaré.
Porque necesario, es conveniente que Él se vaya. Mientras ha estado con ellos, su acción se ha limitado a un pequeño rincón del mundo; ahora su Espíritu hace que su acción sea ilimitada y alcance los confines del mundo.
¡Qué difíciles las despedidas! Es una de las asignaturas más difíciles de la vida: saber desprendernos, saber decir adiós, saber afrontar con serenidad las pérdidas que la vida depara. Es fuerte la tendencia a eternizarnos y acomodarnos en el sillón que nos hemos fabricado. De ahí tantos dramas de personas mayores que, no sabiendo despedirse de un honorable pasado, han acabado arrinconados por aquellos a quienes han dedicado su vida.
Jesús se despide de los suyos para estar con ellos de otra manera. A los discípulos les cuesta entender porque no saben de otras maneras de presencia; ni entienden que la muerte sea paso necesario para la nueva vida. Lo entenderán cuando el Valedor venga sobre ellos. También a los discípulos de hoy nos cuesta entender. Continuamos suspirando por lo físico, lo tangible, las apariciones milagrosas, las sensaciones y los sentimientos, las seguridades materiales…
Si no me voy, no vendrá a vosotros el Valedor; si me voy os lo enviaré.
Valedor, Paráclito, Abogado defensor, Espíritu de la Verdad, Espíritu Santo. Él, fuerza y energía y luz que da vida y destruye el pecado. Él, Persona que acompaña y guía y defiende y reconforta. Él, quien garantiza el nuevo culto, porque los adoradores verdaderos adorarán al Padre en Espíritu y en Verdad (Jn 4, 23).
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