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16/05/2025 Viernes 4º de Pascua (Jn 14, 1-6)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • 15 may
  • 2 Min. de lectura

No se turbe vuestro corazón. Creed en Dios y creed también en mí.

Recordemos que Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Está próximo el momento de una nueva y perturbadora revelación del misterio de Jesús. Vemos a Jesús preocupado ante el efecto devastador que la cruz puede producir en los suyos. No le preocupan cobardías o deserciones; le preocupa que pierdan la paz. Sabe bien que el corazón de los discípulos, de los de entonces y de los de ahora, encuentra muchos motivos para temblar e inquietarse. Y trata de infundir confianza y seguridad.

 

Me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré para llevaros conmigo, para que estéis donde yo estoy.

 

Un prefacio del tiempo pascual expresa esta confianza y seguridad que Jesús quiere en nosotros. Dice así: Por Él, se abren a los fieles las puertas del reino de los cielos. Porque en la muerte de Cristo nuestra muerte ha sido vencida, y en su gloriosa resurrección hemos resucitado todos. Por eso, que no se turbe nuestro corazón. No es que la fe sea un fármaco que libere de problemas y aflicciones. Pero una fe fuerte ilumina la vida y hace que problemas y aflicciones sean más llevaderos. Con razón se dice que nadie es tan feliz como un auténtico creyente.

 

Creed en Dios y creed también en mí. Quien cree sabe que la fragilidad, la incongruencia, el pecado, todo es consumido en esa infinita llamarada que es el amor de Dios que excede  todo lo imaginable. Por eso que Jesús se empeña en infundir confianza. Por eso que el sentido de culpa, puesto ante el Dios que es Jesús, se transforma en instrumento de liberación.

 
 
 

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