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16/09/2022 Santos Cornelio y Cipriano (Lc 8, 1-3)

Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres.

Junto al grupo de los Doce, el de las mujeres. Algunas, esposas de los Doce; otras, no. Lucas nos facilita tres nombres: María Magdalena, Juana y Susana. Pero había otras muchas. Si entre los Doce hubo un discípulo amado, entre las mujeres hubo una discípula amada: María Magdalena.

Sorprende la compañía de las mujeres; máxime, teniendo en cuenta la mentalidad tan poco feminista de aquella sociedad. Jesús era feminista. Para Él, el hombre y la mujer son fundamentalmente iguales. Primero, por su idéntico principio: A imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó (Gen 1, 27). Luego, por su idéntico fin: la dicha de ambos no está en otra cosa sino en escuchar la Palabra de Dios y guardarla (Lc 11, 28).

A Teresa de Ávila le dolía el antifeminismo de la Iglesia de su tiempo: No aborrecisteis a las mujeres cuando andabais por el mundo… Hallasteis en ellas tanto amor y más fe que en los hombres. El mundo nos tiene acorraladas... Sois juez justo; no como los jueces del mundo que, como son todos varones, no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa.

El Papa Francisco dice: No hemos comprendido aún en profundidad cuáles son las cosas que nos puede dar el genio femenino; las cosas que la mujer puede dar a la sociedad y también a nosotros. La mujer sabe ver las cosas con otros ojos que completan el pensamiento de los hombres. Es un camino por recorrer con más creatividad y audacia.

Si somos como Jesús, seremos feministas. Sin beligerancia. Con paciencia. Permitiendo al Espíritu seguir su ritmo en el manejo de los hilos de la historia.

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