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16/10/2021 Sábado 28 (Lc 12, 8-12)

Yo os digo: Por todo el que se declare por mí ante los hombres, también el Hijo del Hombre se declarará por él ante los ángeles de Dios.

Se habían reunido miles y miles de personas hasta pisarse unos a otros (Lc 12, 1). Le escuchan, le admiran, le siguen. Aunque sea por motivos interesados, son muchos los que se declaran por Él. Somos muchos los que nos declaramos por Él. Claro que siempre son más los que no se declaran por Él. Comenzando por quienes detectan el poder. Pero no solo ellos. Es el pueblo el que, instigado por los poderosos, le mandará a la cruz. Son necesarios espíritus fuertes para ir contracorriente y mostrarse ante los demás como lo que somos: seguidores incondicionales de Jesús.

Pero el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios.

Son palabras difíciles de conjugar con otras que nos hablan de perdón y de gratuidad. Difíciles de conjugar con palabras como éstas: Si somos infieles, Él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo (2 Tim 2, 13). Como nos está permitido ser selectivos, nos quedamos con lo que el Espíritu nos sugiera. El Espíritu sugirió esto al Papa Francisco: Ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del perdón. La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado y nadie podrá poner un límite al amor de Dios que perdona.

A todo el que diga una palabra contra el Hijo del Hombre se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará.

En el Evangelio, lo más cercano que encontramos a la blasfemia contra el Espíritu Santo es la actitud de los fariseos que no necesitan de Dios para salvarse.

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