17/04/2021 Sábado 2º de Pascua (Jn 6, 16-21)
- Angel Santesteban
- 16 abr 2021
- 2 Min. de lectura
Al atardecer los discípulos bajaron hasta el lago.
Han vivido una jornada apoteósica, de las que no se olvidan. La multitud que les rodea está satisfecha. Han comido hasta hartarse y se confabulan para tomarle por la fuerza para hacerle rey. Pero las cosas se tuercen. Jesús ha huido y ellos, defraudados, bajan al lago para embarcarse. En muy poco tiempo pasan de la euforia al abatimiento; de la seguridad de la tierra firme a la inseguridad del agua. Están desengañados. Orando este Evangelio nos veremos bien retratados.
Subieron a la barca y cruzaron el lago hacia Cafarnaún. Había oscurecido, y Jesús no los había alcanzado aún. Soplaba un viento recio y el lago se encrespaba.
¿No es suficiente el disgusto interior? Pues aquí les llegan más pesadillas: el viento, las olas, la oscuridad… Pero todos los apuros concluyen con la presencia de Jesús: Soy yo. No temáis.
A todos nos toca pasar de una orilla a otra. A todos nos toca pasar por etapas difíciles. A veces las crisis son leves y pasajeras, a veces pesadas y largas. A todos nos toca pasar de satisfacernos con los panes de cebada de una orilla, a satisfacernos con el Pan de Vida de la otra orilla; de esto nos va a hablar Jesús en seguida. A todos nos cuesta dejar la idea del Jesús sentado en el trono del poder terreno, para aceptarlo clavado en una cruz. Esta travesía nunca tiene lugar sin sufrir las congojas de una noche oscura y amarga.
Contemplamos a Jesús que se acerca a los discípulos caminando sobre las aguas. ¿Le sentimos cercano cuando todo va sobre ruedas? Muy bien. ¿Le sentimos cercano cuando todo se nos tuerce? Mucho mejor.
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