17/06/2025 Martes 11 (Mt 5, 43-48)
- Angel Santesteban
- 16 jun
- 2 Min. de lectura
Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen.
En la última cena, despidiéndose de los discípulos, Jesús dice: Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado (Jn 15, 12). El punto de referencia del amor del discípulo es el amor del maestro: como yo os he amado. El amor a todos, a buenos y malos, a amigos y a enemigos, es lo que me asemeja a Dios. Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial.
Contemplemos a Jesús perdonando a sus enemigos desde la cruz. ¿Es difícil el perdón? Claro que sí. Si resulta difícil perdonar a quienes amo, cuánto más perdonar a quienes me odian. Difícil sí, pero no imposible: Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible (Mt 19, 26). Por eso que el camino que conduce al amor es la fe; la fe con la oración: Rogad por los que os persiguen.
Martin Luther King decía: El último defecto de la violencia es que genera una espiral descendente que destruye todo lo que engendra. En vez de hacer que disminuya el mal, lo aumenta.
¿Pienso, quizá, que este mandato del Señor no va conmigo porque no tengo enemigos? Si así pienso estoy equivocado. Su mandamiento es válido para mí, porque también yo me relaciono con personas que no me caen bien. No son exactamente enemigos, pero no les quiero como debiera. Jesús no me pide afecto o cariño hacia esas personas; me pide que quiera quererles. Pedid y recibiréis. El amor es un don que el Señor da a quien lo pide.
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