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17/07/2021 Sábado 15 (Mt 12, 14-21)

Los fariseos, al salir, se pusieron a planear el modo de acabar con Él.

Al salir… de la sinagoga. Todos han asistido a la liturgia del sábado. Los fariseos han sido testigos del milagro de Jesús curando al hombre de la mano seca; a pesar de haber rezado y escuchado la Palabra de Dios, deciden acabar con Jesús. Es más sencillo de lo que parece ser piadoso y observante de la ley, y pensar al mismo tiempo que se hace un servicio a Dios asesinando a un prójimo de pensamiento, de palabra o de obra. Sucede también hoy; hay personas piadosas y austeras que, no siendo el Evangelio la fuente de su oración y de su vida, tienen una idea equivocada de Dios y de la religión. Para estas personas la ley y la institución son un fin y no un medio. Para quien está habituado a beber el agua fresca del Evangelio, la ley y la institución no son sino un medio para alcanzar el cumplimiento supremo del mandamiento del amor.

Jesús se enteró y se alejó de allí. Lo siguieron muchos y los curó a todos, encargándoles severamente que no lo publicasen.

La reacción de Jesús ante la malevolencia de las autoridades religiosas es la de continuar haciendo el bien. En silencio. El Papa Francisco comenta: He aquí nuestra tarea: ayudar a los enfermos, no quedarse en habladurías, ayudar siempre, consolar, aliviar, estar cerca de los enfermos.

La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará, hasta implantar el derecho.

¿Qué derecho? El del amor. Es todo un manifiesto de lo que Jesús es, de lo que Dios es. Un Jesús, un Dios, que busca la dicha, la plenitud de la vida de todos sus hijos.

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