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17/07/2022 Domingo 16 (Lc 10, 38-42)

Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa.

Jesús, que se movía mucho, recurría con frecuencia a la hospitalidad de algunos amigos. Los más conocidos son los tres hermanos de Betania. El Evangelista Juan, al hablar de la resurrección de Lázaro, dice: Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro (Jn 11, 5). En aquella casa Jesús se sentía cómodo porque sentía querido.

A Marta le vemos encantada de recibir a Jesús y sus discípulos en su casa. Concluidos los saludos, se pone el delantal y se pone a trabajar para que sus huéspedes cenen y descansen bien. Con los mejores deseos de hacerlo bien, Marta cruza la línea de un activismo desmedido; y pierde la paz y pierde la perspectiva. Asume el protagonismo de todo y llega al punto de dar órdenes al mismo Señor: Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir?

Marta va a necesitar una cariñosa reprimenda: Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. Marta se retirará mortificada, pero aprenderá la lección. Aprenderá a ser María, como María tiene que aprender a ser Marta.

Tenía ella una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.

Marta es la trabajadora, María la contemplativa. Todo verdadero creyente es amigo de Jesús. Todo verdadero creyente debe encontrar la manera de que las dos hermanas convivan en su interior en buena armonía. Dedicados al servicio, como Marta, y sentándonos frecuentemente a los pies de Jesús para escuchar su palabra, como María.

No hay amistad con Jesús sin interioridad. Sin interioridad, la vida cristiana, por muy entregada que sea, se vuelve superficial e inconsistente. Tampoco vale cualquier tipo de interioridad. No vale la interioridad centrada en uno mismo. Vale la interioridad siempre iluminada por la palabra de Dios. ¿Cuándo nos convenceremos de que no acabaremos a aprender a orar cristianamente, o sea con Cristo en el centro de nuestra oración, mientras no cojamos en nuestras manos la Palabra de Dios, especialmente los evangelios?

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