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17/10/2025 San Ignacio de Antioquía (Lc 12, 1-7)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • hace 1 día
  • 2 Min. de lectura

El Evangelio de hoy comienza con una seria advertencia de Jesús a los discípulos: Guardaos de la levadura de los fariseos que es la hipocresía.

La persona contaminada por el virus fariseo cree poco en Dios y cree poco en los demás porque cree mucho en sí misma. Cree ser capaz de conquistar con su esfuerzo tanto la santidad como la salvación. Y como esto es una necia ilusión, acaba centrando su atención en la fachada. Se convierten en guardianes celosos de la ley, adoptan estructuras rígidas y actitudes de superioridad...

Todos corremos peligro de ser contaminados por el muy sutil virus del fariseísmo que momifica el corazón. No nos cansemos de pedir cada día al Señor que nos dé un corazón nuevo y nos infunda un espíritu nuevo; que arranque de nuestra carne el corazón de piedra y nos dé un corazón de carne (Ez 36, 26).

Vivir en fariseo es vivir fuera de la verdad; es la forma más refinada de la soberbia humana. Santa Teresa escribe: Este edificio de la vida espiritual va fundado en humildad. Y, mientras más llegados a Dios, más adelante ha de ir esta virtud. Y si no, va todo perdido. Pongamos los ojos en Cristo, nuestro bien, y allí aprenderemos la verdadera humildad.

Hasta los pelos de vuestra cabeza están todos contados. No tengáis miedo, que valéis más que muchos gorriones.

 

Libre del virus del fariseísmo resulta más sencillo sentirme libre de todo miedo y vivir instalado en la confianza. A pesar de mis enemigos, especialmente los de mi interior, nada temo. Mi valor es grande, porque grande es el precio que Dios ha pagado por mí: Os compraron pagando un precio (1 Cor 7, 23).

 

 
 
 

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