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17/12/2020 Jueves 3º de Adviento (Mt 1, 1-17)

Libro del origen de Jesucristo. Hijo de David, Hijo de Abrahán…

Mateo comienza su libro con la genealogía de Jesús. Se parece muy poco a la de Lucas (3, 23-38). No les preocupa el rigor histórico; les preocupa profundizar en el sentido de la historia. Son poquísimos los nombres en los que coinciden. Coinciden, eso sí, en que con María se interrumpe la genealogía. Aquí es donde tenemos una profunda revelación: el hijo de María no tiene padre biológico humano. Jesús es Hijo de Dios. Todo comienza de nuevo. Es la nueva creación. Aunque parece que el origen humano de Jesús puede ser verificado, su verdadero origen es un misterio.

La genealogía tiene su importancia para la historia. A pesar de ello, al final, es en María donde se produce un nuevo inicio, donde comienza un nuevo modo de ser persona (Papa Benedicto).

Quizá estemos acostumbrados a pasar de largo por la genealogía de Jesús: ¿por aburrida?, ¿por antifeminista? Superando esos escollos escucharemos algunos mensajes fundamentales del Evangelio.

Por ejemplo, el mensaje de la salvación para los pecadores. Hay mucho pecado entre los antecesores de Jesús. Basta fijarnos en el gran David.

Por ejemplo, el mensaje de la universalidad de la salvación. En la larga lista de nombres aparecen los de cuatro mujeres. Todas ellas extranjeras. Todas ellas tuvieron hijos de manera ilegítima.

Finalmente, el mensaje de que, a pesar de tanta barbaridad e infidelidad humana, el Señor controla perfectamente todos los hilos de la historia personal y universal. Es Él, no los hombres, quien los maneja. Aunque a veces cueste reconocerlo.

Pablo pone luz a la genealogía de Jesús: Dios ha encerrado a todos en la desobediencia para apiadarse de todos (Rm 11, 32).

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