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17/12/2021 Viernes 3º de Adviento (Mt 1, 1-17)

Comenzamos la segunda parte del Adviento. El protagonismo no será ya del Bautista, sino de la Madre de Jesús. Hoy escuchamos la genealogía de Jesús según el Evangelio de Mateo; desde Jesucristo hasta Abrahán. La de Lucas, menos judía y más universal, empieza en Jesús y llega hasta Adán. En ambas, la historia de la salvación es el alma de la historia de la humanidad.

Jacob engendro a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús llamado Cristo.

En la genealogía de Jesús no ha habido censura. Es una historia de gracia y de infidelidad, de santos y de pecadores. Jesús comparte con nosotros la condición humana con todas sus consecuencias: probado en todo excepto el pecado (Hebr. 4, 15). No recortemos ese TODO; no pensemos que somos irreverentes con Él atribuyéndole cosas demasiado humanas. La genealogía busca que identifiquemos plenamente a Jesús con la humanidad entera, pecadora hasta la médula. La genealogía busca que le veamos como parte fundamental de la historia universal y personal, sin la menor repugnancia. La genealogía nos ayuda a entender mejor el misterio del hombre, misterio que solo se esclarece en el misterio de la Palabra hecha carne. Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir. Cristo, el nuevo Adán, manifiesta plenamente qué es el hombre al propio hombre, descubriéndole la altura de su vocación (Vaticano II). La genealogía nos ayuda a entender mejor el misterio que vamos a celebrar en Navidad.

¿No sería un buen ejercicio de alabanza y de agradecimiento componer mi propio árbol genealógico con los nombres de quienes el Señor ha puesto en el camino de mi historia personal de salvación y me han conducido a Jesús?

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