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18/01/2022 Martes segundo (Mc 2, 23-28)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • 17 ene 2022
  • 2 Min. de lectura

Los fariseos le dijeron: Mira lo que hacen en sábado: ¡Algo prohibido!

Los discípulos se entretienen comiendo unos granos de trigo. No disponían de pipas de girasol. Y de nuevo encuentran la actitud inmisericorde de los piadosos y fervorosos fariseos, celosos guardianes de la ley de Dios. Ayer era por los ayunos; hoy, por el sábado. Dice el Papa Francisco que la rigidez del hipócrita no tiene nada que ver con la ley del Señor. Estar de la parte de Dios significa vivir la libertad, la mansedumbre, la bondad, el perdón. Son precisamente estas las actitudes del cristiano que no debe aparentar ser bueno para enmascarar la enfermedad de la rigidez.

Rigidez, intransigencia, intolerancia. Son palabras especialmente oportunas hoy que comenzamos el octavario de oración por la unidad de los cristianos. Unidad que es más cosa del corazón que de estructuras eclesiales. Jesús no sabía de intolerancias, excepto hacia quienes se creían en posesión de la verdad y rechazaban a quienes no pensaban como ellos. A los discípulos que tratan de impedir que uno expulse demonios en su nombre porque no viene con nosotros, les dice: No se lo impidáis, pues el que no está contra vosotros está por vosotros (Lc 9, 50).

Rigidez, intransigencia, intolerancia. Siguen presentes entre nosotros. En nombre de la fidelidad a la ley, o de la integridad de la doctrina. La religiosidad farisea sofoca, la de Jesús libera.

La ley fue dada por Moisés; la gracia y la verdad nos vinieron por Jesucristo (Jn 1, 17). Hemos sido llamados a ese espacio infinito de gracia y de verdad donde reina la libertad de los hijos de Dios. Para ser libres nos ha liberado Cristo. No os dejéis oprimir por el yugo de la esclavitud (Gal 5, 1; 18).

 
 
 

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