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18/02/2023 Sábado 6 (Mc 9, 2-13)

Seis días más tarde tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan y se los llevó aparte a una montaña elevada.

Los Evangelios nos ofrecen dos momentos en los que Jesús tuvo dos experiencias extraordinarias de Dios. La primera, cuando el bautismo en el Jordán; fue una vivencia que conmovió toda su persona: Vio el cielo abierto y al Espíritu bajando sobre Él como una paloma. Se escuchó una voz del cielo que dijo: Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto (Mc 1, 11). La experiencia fue suya, pero los presentes escucharon la voz del cielo.

La segunda experiencia es ésta de la Transfiguración en lo alto de la montaña. Idéntica vivencia: Éste es mi Hijo querido. El Padre quiso que los tres discípulos fuesen testigos directos y que penetrasen un poco más en el misterio de la identidad de Jesús. La voz del cielo les dice: Escuchadle. Como dice san Pablo, todos los que seguimos a Jesús estamos llamados a esa misma experiencia, porque vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! (Rm 8, 15).

Entonces vino una nube que les hizo sombra, y salió de ella una voz: Éste es mi Hijo querido. Escuchadle.

Escuchadle. Es la palabra central de la transfiguración. Es también la tarea primordial de todo discípulo. El Papa Francisco comenta: El evento de Jesús transfigurándose sobre el monte nos hace entender mejor también su resurrección. Para entender el misterio de la cruz es necesario saber con antelación que el que sufre y que es glorificado no es solamente un hombre, sino el Hijo de Dios, que con sus amor fiel hasta la muerte nos ha salvado.

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