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18/04/2025 Viernes Santo (Jn 18, 1 - 19, 42)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • hace 1 día
  • 2 Min. de lectura

Jesús tomó el vinagre y dijo: Todo se ha cumplido. Dobló la cabeza y entregó el espíritu. 

El evangelista comenzó su Evangelio con la mirada puesta en este momento, el momento culminante de toda la creación, el momento de la suprema manifestación del Dios-Amor. Lo dice así: Hemos contemplado su gloria (Jn 1, 14).

Ayer, Jueves Santo, hablábamos del amor; hoy, el Viernes Santo, hablamos del amor y del sufrimiento. Es muy profundo y misterioso el vínculo entre amor y sufrimiento. Si en la cruz resplandece la gloria del Amor, en la cruz resplandece de igual manera el horror del sufrimiento: Judas traicionando al Maestro, Pilato condenando al inocente, los jefes religiosos liberando al pueblo de un peligro público... El universo entero sufre: Hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta media tarde (Mc 15, 33).

Hoy es el día para contemplar al Crucificado. Y sentir pena ante tanto dolor. Pero no nos detendremos ante la sangre y los tormentos. Tampoco ante los sufrimientos más profundos del abandono y la soledad. Iremos más allá; iremos hasta hacer nuestras las palabras del Evangelista Juan: Nos amó hasta el extremo (Jn 13, 1). Y también: Tanto amó Dios al mundo que nos dio a su Hijo (Jn 3, 16).

Haremos igualmente nuestras las palabras de Pablo: Si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida! (Rm 5, 10). Y también: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro, espada?... En todas esas circunstancias vencemos de sobra gracias al que nos amó (Rm 8, 33-37). ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo! (Gal 6, 14).

 

Jesús mismo contempla su muerte como algo glorioso: Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda él solo, pero si muere da mucho fruto (Jn 12, 23-24).

 
 
 

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