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18/09/2021 Sábado 24 (Lc 8, 4-15)

Se reunió un gran gentío y se añadían los que iban acudiendo de una ciudad tras otra.

Primero la gente, luego la semilla. Todo es abundante en el Evangelio de hoy. Aunque, a decir verdad, no todo; los discípulos son pocos. La parábola del sembrador va dirigida a todos. La explicación solamente a los discípulos.

A vosotros se os concede conocer los secretos del reinado de Dios; pero a los demás se les habla en parábolas, para que viendo no vean, y escuchando no comprendan.

A nosotros, sí; a los demás, no. ¿Por qué? Porque así lo ha decidido Él. Su salvación, como el vino de Caná, es para todos; pero solo unos pocos estamos en el secreto de su origen. Y esto significa un plus de felicidad. La fe, la confianza plena en quien me amó y se entregó por mí, me abre el camino a una vida de mayor plenitud. Porque esa fe me libera de angustias y miedos, y llena mi vida de sentido y de esperanza.

Pablo se expresa así: Con alegría damos gracias al Padre que nos ha hecho capaces de participar en la herencia de los santos en la luz (Col 1, 12).

Pedro así: Vosotros sois pueblo adquirido para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz (1 P 2, 9).

La Madre de Jesús así: Proclama mi alma la grandeza del Señor, mi espíritu festeja a Dios mi Salvador (Lc 1, 46).

Por eso nosotros, los privilegiados con el don de la fe, hacemos nuestras las contundentes palabras de Pablo: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? En todo vencemos de sobra gracias al que nos amó (Rm 8, 35 y 37).

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