Lucas presenta a Jesús como el hombre de oración, de misericordia, cercano a la mujer y a los pobres. El suyo es el Evangelio de la alegría, una alegría que es fruto de la gratuita misericordia de Dios. Lucas sigue los pasos del Maestro y se mantiene fiel a Pablo, cuando otros le han abandonado: Solo Lucas se ha quedado conmigo (2 Tim 4, 11).
Después de esto designó el Señor a otros setenta y dos y los envió por delante, de dos en dos, a todas las ciudades y lugares adonde pensaba ir Él.
Poco antes había mandado a los Doce en una misión semejante (Lc 9, 1). Las instrucciones de hoy a los setenta y dos son un calco de las instrucciones de ayer a los Doce. Los clérigos podemos vernos representados en los Doce y los laicos en los setenta y dos. Son muchas las maneras de misionar o evangelizar. Si Lucas no fue de ciudad en ciudad con su palabra hablada, con su palabra escrita ha llegado a todos los confines de la tierra. Como llegamos a los confines de la tierra con nuestra oración: La mies es abundante pero los braceros son pocos. Rogad al amo de la mies que envíe braceros a su mies.
Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa… Ha llegado a vosotros el Reino de Dios.
Una traducción libre y actualizada podría sonar así: No temamos, vivamos tranquilos, porque ya es nuestra la plenitud de la vida.
Lucas escribe Evangelio y Hechos de los Apóstoles. Escribe pensando en quienes ya sabemos algo sobre Jesús, tratando de dar consistencia a nuestra fe. El camino es el acercamiento a la persona de Jesús, a sus hechos y a sus palabras.
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