top of page
Buscar

18/12/2020 Viernes 3º de Adviento (Mt 1, 18-24)

El nacimiento de Jesucristo sucedió así: su madre, María, estaba prometida a José, y antes del matrimonio, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo.

Fue el momento más penoso de la vida de José. Hubo otros; muy fuertes también: el drama de la huida a Egipto, el desconcierto ante la conducta de Jesús a sus doce años… Pero ninguno como el que le toca vivir cuando se entera de que su novia está embarazada. Aquellos días y noches marcaron claramente un antes y un después en su vida. José fue un hombre de fe. Con frecuencia le tocó moverse en la oscuridad de la noche. Como cuando tomó de noche al niño y a su madre y se retiró a Egipto (Mt 2, 14).

Igual que María con su SÍ al ángel de Dios, también el SÍ de José al ángel de Dios significó el comienzo de un viaje a lo desconocido, fiándose únicamente de Dios. Fueron días, ¿semanas, quizá?, de mucho sufrimiento y oscuridad; de mucho querer creer; de mucho recurso a la Palabra de Dios en busca de luz y de consuelo. Luchaba contra la oscuridad y el desconcierto con la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios (Ef 6, 17). ¡Cuántas veces repetiría las palabras del salmo: Aunque fuese por valle tenebroso, ningún mal temería, pues tú vienes conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan (Salmo 23, 4)!

José, el novio de María, sufre. Ve a las mujeres de la aldea que murmuran en el mercado. Él, en el momento más oscuro de su vida, carga sobre sí el problema. Que digan lo que quieran. Y toma consigo a su esposa diciendo: No entiendo nada, pero el Señor me pide esto (Papa Francisco).

0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comments


bottom of page