19/02/2022 Sábado sexto (Mc 9, 2-13)
- Angel Santesteban
- 18 feb 2022
- 2 Min. de lectura
Seis días más tarde tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan y se los llevó aparte a una montaña elevada. Delante de ellos se transfiguró.
Jesús pasó haciendo el bien. A todos. A muchos les dejó marchar sin crear vínculos especiales. Unos pocos fueron invitados a seguirle; ahí estamos los creyentes. Entre esos pocos hubo un grupito de íntimos: Pedro, Santiago y Juan. ¿Creo ser hoy uno de sus íntimos? Lo soy si puedo decir que he tenido la experiencia de la Transfiguración. La Transfiguración es un adelanto de lo que será nuestro futuro con Él. Es también una preparación para afrontar el misterio de la cruz. Tabor y Calvario están conectados. Pero la Transfiguración se refiere sobre todo al presente, porque nos dice con toda claridad que no hemos de contemplar y escuchar al Resucitado, sino al Jesús que recorre los caminos de Galilea.
Este es mi Hijo amado. Escuchadle.
Escuchadle. El Papa Francisco comenta: El Padre dice a los tres apóstoles, y también a nosotros: Escuchad a Jesús, porque es mi Hijo predilecto. No lo olvidéis. Yo ahora os hago una pregunta: ¿vosotros leéis todos los días un pasaje del Evangelio?
Escuchadle. Solamente escuchando se llega a la verdadera fe cristiana. Solamente escuchando llegamos a ver con nitidez, como el ciego de Betsaida. Lo determinante de la vida cristiana no es la santidad, sino la relación personal con Jesús.
Mientras bajaban de la montaña les encargó que no contaran a nadie lo que habían visto.
Nuestra vida, la vida de los más cercanos a Jesús, es un continuo subir y bajar de la montaña. Arriba, como Él cuando oraba a diario, retirados de ocupaciones y preocupaciones; escuchando. Abajo, como Él también, ocupados en hacer el bien a todos.
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