Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra.
Este Evangelio es parte del Sermón de la Montaña; el sermón en el que Jesús presenta el proyecto de vida de sus seguidores, de los cristianos. Es un proyecto muy ambicioso y muy exigente. No debemos sorprendernos de que quienes no siguen a Jesús se nieguen a adoptar este proyecto de vida. Jesús pide que vivamos y actuemos con la lógica de Dios, no con la de los hombres.
Frente a la ley del Talión, la ley del perdón. Con ilimitada generosidad. Y hoy, con especial énfasis en el perdón hacia los enemigos; es decir, hacia aquellos que nos resultan antipáticos o insoportables. Jesús quiere que vivamos en una órbita ajena a la del mundo: en la órbita de Dios que hace salir su sol sobre malos y buenos.
Para adecuar la vida a la exigencia de Jesús, para ser sabio y pacífico y humilde y enérgico y sereno, necesito una fuerte dimensión contemplativa. Pero no una dimensión contemplativa cualquiera, sino la que tiene por centro a Jesús. De ahí que el Evangelio sea la mejor fuente de salud interior. Así llevaremos una vida saludable y seremos capaces de poner en práctica lo que Él nos pide pedir en el Padrenuestro: Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
Nuestro punto de referencia y norma de vida es Jesús; el que, desde la cruz, pidió por sus enemigos: Padre, perdónales porque no saben lo que hacen (Lc 23, 34).
Para Jesús, el rechazo de la violencia puede conllevar también la renuncia a un derecho legítimo. El amor cristiano, que se manifiesta de forma especial en la misericordia, representa una realización superior de la justicia. La venganza nunca es justa (Papa Francisco).
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