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19/03/2025 San José (Mt 1, 16; 18-21; 24a)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • 18 mar
  • 2 Min. de lectura

Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.

Hace unos meses, el ángel del Señor había anunciado a María el nacimiento de un hijo, a quien llamarás Jesús (Lc 1, 31). Hoy, el mismo ángel del Señor anuncia a José el nacimiento del hijo de María, a quien llamarás Jesús.

José se había hecho a la idea de una vida tranquila y apacible junto a su esposa María. Pero sus sueños se desvanecen cuando Dios irrumpe en su vida. Porque era hombre justo y la Palabra de Dios regía su vida, José, sin entender nada, aceptó y obedeció. Todo en su vida resultó totalmente distinto a lo soñado: su matrimonio, los sobresaltos del nacimiento de Jesús, el tener que emigrar, el no entender nada… 

 

José encarna admirablemente la preferencia de Dios por las personas humildes para llevar a cabo su plan de salvación. Nunca ejerce de protagonista, pero siempre está donde debe estar. Siempre atento al susurro de Dios. 

 

José lo vive todo en la fe. Cree que es Dios quien lleva la batuta de su vida; y del universo. Sabe que no es necesario entender; que basta con confiar. José entra a formar parte del grupo de los grandes creyentes; como Abrahán o como María. Ellos ilustran con sus vidas las palabras de Jesús: Dichosos los que no han visto y han creído (Jn 21, 29).

 

La vida de fe tiene siempre la misma melodía: grandes promesas en el aire y pobres realidades a la vista. José es el hombre de fe que acepta una realidad que no entiende, pero la vive a la luz de la Palabra de Dios. Es el hombre del silencio y de la interioridad. La lámpara de su vida y de su hogar, como lo demuestra Jesús y su familiaridad con las Escrituras, es la Palabra de Dios.

 
 
 

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