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19/05/2021 Miércoles 7º de Pascua (Jn 17, 11b-19)

Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros.

Padre Santo. No es el Dios sobrecogedor de Moisés: no te acerques aquí (Ex 3, 5). Tampoco es el Dios Todopoderoso y Eterno de algunas oraciones litúrgicas. El Dios de Jesús es el Padre cercano, tierno, compasivo; tal como vemos en Jesús: Quien me ve a mí, ve al Padre (Jn 14, 9).

Cuida en tu nombre a los que me has dado. Es reconfortante ver cómo Jesús, en el momento más crítico y delicado de su vida, se preocupa de nuestro bienestar. Pide al Padre que no nos encerremos en lo nuestro; que no nos distanciemos unos de otros: que sean uno como nosotros. Sabe bien que el egocentrismo, material o espiritual, conduce a enfrentamientos y desdichas. Jesús nos quiere mejor de lo que nosotros a nosotros mismos.

No pido que los saques del mundo, sino que los libres del Maligno. No son del mundo, igual que yo no soy del mundo.

Que sepamos guardar los protocolos de seguridad ante los virus del mundo al acecho para contaminarnos: ideologías, consumismos, hedonismos… San Pedro exhorta: Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar (1 P 5, 8). ¿Cómo hacerlo? Jesús responde: Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil (Mc 14, 38).

Velad y orad. Con la Palabra de Dios en las manos, en los ojos, en el corazón; igual que hizo Él en el desierto. Porque la Palabra de Dios es lámpara para mis pasos (Salmo 119, 105), y como martillo que golpea la peña (Jer 23, 29).

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