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20/03/2025 Jueves 2º (Lc 16, 19-31)

Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas.

 

El Papa Francisco comenta: La primera invitación que nos hace Jesús con esta parábola es la de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido. La Cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo.

 

Con esta parábola Jesús ilustra bien lo dicho poco antes: No podéis servir a Dios y al dinero (Lc 16, 13). Las riquezas ofuscan y seducen a los humanos. Son como la llama que atrae y quema las alas de las mariposas que vuelan en la oscuridad. Las riquezas, creando servidumbres, matan sensibilidades: El hombre opulento no entiende, a las bestias mudas se parece (Salmo 49, 21).

El hombre rico de la parábola no es condenado por explotar al pobre, sino por ignorarlo; por su indiferencia. Posiblemente acudía a las funciones religiosas del templo y colaboraba con conocidas ONGs. Sabía cuidar su fachada.

La parábola de hoy nos invita a crecer en sensibilidad ante los necesitados. Nos invita a aprender a mirar como miraba Jesús: Conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de enriqueceros con su pobreza (2 Cor 8, 9).

La parábola está dirigida a los ricos. Si desde la realidad todos somos pobres, desde la insensatez todos somos ricos. Jesús nos invita a hacernos cercanos a los Lázaros que aparecen en mi vida. Al fin y al cabo, el Lázaro es Él, porque cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis (Mt 25, 40).

 
 

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