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20/04/2022 Miércoles de la Octava de Pascua (Lc 24, 13-35)

¿De qué vais conversando por el camino?

Podría haberse acercado con actitud agresiva, y echarles en cara el poco caso que han hecho a sus palabras sobre su muerte y resurrección. Pero opta por acercarse con paciencia y mansedumbre. Comprende que su muerte en cruz y su resurrección son desatinos para el sentido común y la razón. Podría también haberles ofrecido sin dilación una absolución general; prefiere darles tiempo y que se explayen. Sabe bien que la psicología humana pide que las heridas interiores se curen clarificándolas con palabras ante el confesor…, o el psicólogo. Hoy Jesús ejerce de confesor con aquellos dos discípulos.

¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?

Es fácil identificarnos con los discípulos de Emaús. Nos pasa como a ellos: caminamos con Él pero no le reconocemos. Necesitamos que Él, el gran Oftalmólogo, elimine las cataratas que nublan los ojos y no nos permiten reconocerle. Lo hace recurriendo al insustituible instrumento de las Escrituras: Comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que en toda la Escritura se refería a Él. No hay encuentro transformante y transfigurante con el Resucitado sin una familiarización con las Escrituras. El sello de garantía de semejante encuentro es la integración en la comunidad: Levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once.

El camino de Emaús se convierte en símbolo de nuestro camino de fe: las Escrituras y la Eucaristía son los elementos indispensables para el encuentro con el Señor. Jesús nos explica las Escrituras y vuelve a encender en nuestros corazones el calor de la fe y de la esperanza, y en la Comunión nos da fuerza (Papa Francisco).

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