top of page
Buscar

20/09/2021 Santos Andrés Kim y compañeros (Lc 8, 16-18)

Nadie enciende una lámpara y la tapa con un cacharro o la mete debajo de la cama, sino que la coloca en el candelero para que los que entran vean la luz.

La lámpara de la fe lo ilumina todo con la gozosa certeza del amor infinito y gratuito de Dios. Así es cómo la vida adquiere sentido y brilla la esperanza. Esta lámpara nos ha sido dada, no para esconderla en lo interior y disfrutarla nosotros solos, sino para iluminar a los demás. Esta lámpara, esta fe, si no es misionera, ni es lámpara ni es fe. Dice el Papa Francisco que Dios no nos ha dado un espíritu de timidez. El espíritu de timidez va contra el don de la fe, no deja que crezca.

Cuanto más comparto la luz de la lámpara, más crece esa luz. Por eso es muy cierto que al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener. Al que comparte, se le da más; adquiere una mayor receptividad y una percepción más fina. En cambio, el timorato que se guarda su talento, acaba perdiéndolo.

Nada hay oculto que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público.

Seguramente Jesús habla así pensando en sí mismo. Porque pasó entonces desapercibido para la mayoría de los hombres y continúa desapercibido hoy. No importa. Él es la luz del mundo y esa luz brillará en todo su esplendor. ¿Cuándo? Cuando al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el SEÑOR para gloria de Dios Padre (Flp 2, 10-119).

0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comentários


bottom of page