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20/10/2021 Miércoles 29 (Lc 12, 39-48)

Estad también vosotros preparados, porque cuando menos lo penséis, vendrá el Hijo del Hombre.

Siempre preparados. Siempre serenamente alerta. Siempre confortados por la esperanza de quienes aguardamos la gloriosa venida del Señor de nuestra vida. Nunca enfermizamente temerosos de la muerte. Nunca dejándonos sumergir por los acontecimientos de la vida, grandes o pequeños.

Una actitud de vigilancia saludable implica cautela y fidelidad. La cautela de quien es consciente de que los ladrones capaces de adueñarse de la casa están al acecho y les encantaría poder hacerlo. Los espíritus inmundos que han salido de la casa pueden encontrar aliados y volver, y el final de aquel hombre viene a ser peor que el principio (Lc 11, 26). La fidelidad de quien tiene claro a quién se debe; no puede permitirse que su señor, al llegar, le encuentre desocupado o relajado.

La fidelidad puede derivar en automatismos positivos. La vida de la persona fiel puede expresarse en acciones o gestos que, aunque repetitivos, no por eso pierden autenticidad. Ni pierde autenticidad la fidelidad cuando no sentimos nada; el sentimiento está en la raíz.

Vigilancia modélica es la de la esposa del Cantar que espera a su amado; vigilancia que así era cantada por Teresa de Jesús: Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero.

A quien se le dio mucho, se le reclamará mucho.

¿Quién recibe mucho y quién recibe poco? La respuesta depende del vigor de la fe. Quien no cree ha recibido poco y vive condicionado por sus limitaciones. Quien cree ha recibido mucho y vive desde el Señor, y hará las obras que yo hago, e incluso mayores (Jn 14, 12).

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