Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino. Jesús le dijo: Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.
¡Qué sencillo lo hace! No hace preguntas. ¿Quizá hubo asesinatos en el pasado de aquel ladrón? Muy posible, pero ahora no importa. Jesús es el Señor, y su señorío es absoluto. Jesús es el Salvador, y salva gratuitamente; sin interrogatorios, sin condiciones, sin penitencias.
Por eso que esta fiesta de Jesucristo. Rey y Señor del Universo, es la fiesta que debe reafirmarnos en nuestra condición de salvados. Hay cristianos que, como no se sienten salvados, tienen miedo de que sus hijos se condenen porque no vienen a misa. Si no nos sentimos salvados, no transmitimos salvación. Sintámonos absolutamente seguros del amor incondicional y gratuito de Dios hacia todos, los que venimos a misa y los que no vienen. Quien salva es Él, no nosotros. Nos lo dice Él, el Señor del universo, desde la cruz.
Los científicos han tratado de explicar el origen del universo con la teoría del Big Bang. Para nosotros, los creyentes, Jesús es ese Big Bang. Porque, como dice Pablo, todo fue creado por Él y para Él (Col 1, 17). Y si Él es el principio de todo, Él es también el final de todo. El Alfa y el Omega. San Pablo no solamente explica el Big Bang inicial del universo, también explica el Big Bang final del universo. Porque Jesús será la plenitud del que lo llena todo en todo (Ef 1, 23). Y el que bajó es el que subió por encima de los cielos, para llenar el universo (Ef 4, 10). ¡Cuánto le gusta y cuánto repite Pablo la palabra TODO! Es que se trata de una palabra que no admite excepciones: Al nombre de Jesús toda rodilla se doblará en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclamará que Cristo Jesús es el Señor para gloria de Dios Padre (Flp 2, 10-11).
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