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20/12/2021 Lunes 4º de Adviento (Lc 1, 26-38)

Respondió María: Aquí tienes a la esclava del Señor; que se cumpla en mí tu palabra. El ángel la dejó y se fue.

María queda sola, desbordada por un misterio inverosímil. No puede comprender que aquel por quien y para quien todo fue creado, aquel en quien se resume el proyecto universal de salvación, se haya hecho carne en su seno. No puede comprender lo sucedido, ni lo que esto significará en su vida. No puede comprender que Dios haya actuado en ella con el mismo señorío con que actuó en la creación, sin atenerse a las leyes de la naturaleza. No puede comprender que algo tan universal y asombroso se lleve a cabo en el anonimato y en la pequeñez. Pero sabe que no es necesario comprender; que basta con creer y fiarse y abandonarse.

Contemplemos a María del Adviento. La llena de gracia y evidentemente llena del Señor. La mujer que proclama con su sencillez cómo Dios siente predilección por lo humilde. Contemplemos a María del Adviento. Nos acercamos a ella y le pedimos que nos comparta las experiencias que tuvo a propósito de su Hijo, desde la Anunciación hasta la Resurrección. Algo que ella nos dirá es que nunca vio realizadas las grandes promesas del Ángel Gabriel, pero que siempre creyó.

Aquí tienes a la esclava del Señor; que se cumpla en mí tu palabra.

Son las palabras que expresan la mejor de las actitudes para ponernos ante un Dios que puede ser tan desconcertarte con nosotros como lo fue con María. Esto hizo de ella una persona dichosa; esto es lo que hace de nosotros personas dichosas. Exactamente esto es lo que ella sugirió a los sirvientes de Caná: Haced lo que Él os diga.

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