20/12/2025 Sábado 3º de Adviento (Lc 1, 26-38)
- Angel Santesteban

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El sexto mes envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret.
El anuncio del nacimiento de Juan tiene lugar en el templo, mientras Zacarías ejerce su oficio sacerdotal; el anuncio del nacimiento de Jesús tiene lugar en una aldea, mientras María ejerce sus labores domésticas. El cambio de escenario preludia lo que llega: la exaltación de lo humilde.
He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.
Y, como dice san Juan, la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros (Jn 1, 14). Hágase, dijo Dios en el comienzo de la primera creación; hágase, dice María en el comienzo de la nueva creación.
San Ireneo (+ 202), extasiado ante el asombroso misterio de la Encarnación dice: La gloria del hombre es Dios; el hombre, en cambio, es el receptáculo de la actuación de Dios, de toda su sabiduría y su poder. Y añade, citando a san Pablo: Pues Dios nos encerró a todos en la rebeldía para tener misericordia de todos (Rm 11, 32).
San Ambrosio (+ 397) nos congratula: Dichosos vosotros porque habéis creído. Pues toda alma creyente concibe y engendra la Palabra de Dios. Que en todos resida el alma de María para glorificar al Señor; que en todos esté el espíritu de María para alegrarse en Dios. Porque si corporalmente no hay más que una madre de Cristo, en cambio, por la fe, Cristo es el fruto de todos.
San Agustín (+ 430), deslumbrado ante el misterio exclama: ¿Qué gracia de Dios pudo brillar más intensamente para nosotros que ésta? Teniendo un Hijo unigénito, lo hace hijo del hombre para hacer al hombre hijo de Dios. Busca méritos; a ver si encuentras algo que no sea gracia.
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