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21/04/2021 Miércoles 3º de Pascua (Jn 6, 35-40)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • 20 abr 2021
  • 2 Min. de lectura

Los que el Padre me ha confiado vendrán a mí.

Vamos a Él los que hemos sido agraciados con el don de la fe y tenemos puesta en Él nuestra esperanza. Gracias al designio soberano de Dios. Porque nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae (Jn 6, 44). No somos creyentes debido a carambolas de la historia o de la geografía. Hemos sido acercados a Jesús por el Padre; pura gracia. Es, para los pocos que creemos, un anticipo de la salvación de Jesús, gratuita y universal.

Al que venga a mí no lo echaré afuera.

Pero, ¿de verdad habrá quien no será llevado por el Padre a Jesús? Porque, el Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano (Jn 3, 35). Además, llegada la plenitud de los tiempos, hará que todo tenga a Cristo por cabeza, lo que está en el cielo y lo que está en la tierra (Ef 1, 10). Jesús acoge a todos. Comenzando por los marginados y desechados. Y nadie será arrebatado de su mano (Jn 10, 28). Nada ni nadie podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro (Rm 8, 39). Sus brazos en la cruz se abren a todos, como los brazos del padre del pródigo: Cuando yo sea elevado de la tierra atraeré a todos hacia mí (Jn 12, 32). Nadie es rechazado; todos somos bienvenidos: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os daré descanso (Mt 11, 28).

La experiencia de acogida, especialmente desde una situación de postración y de pecado, hace que nos volvamos como Él: acogedores, comprensivos, abiertos a los demás.

 
 
 

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