¿Con qué compraremos panes para que coman estos?
Jesús es el primero en preocuparse del bienestar de la gente. Siempre pendiente de las necesidades de los demás, como su madre en Caná. Ahora busca inculcar en sus discípulos esa misma actitud; y animarles a poner a disposición de los demás lo poco que tengan.
Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero, ¿qué es eso para tantos?
El gran milagro tiene lugar gracias a la generosidad de este muchacho; y también, claro está, a la compasión de Jesús. Un pequeño acto de desprendimiento abre la puerta al exuberante derroche de las cosas de Dios: Llenaron doce canastas con los trozos que habían sobrado.
El Papa Francisco comenta: ¿Quién de nosotros no tiene cinco panes y dos peces? Si estamos dispuestos a ponerlos en las manos del Señor, bastarían para que en el mundo haya un poco más de amor, de paz, de justicia y, sobre todo, de alegría.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados.
Los cuatro Evangelistas nos ofrecen este relato; pero Juan es el que más acentúa su carácter eucarístico. Las primeras comunidades cristianas vivían intensamente la dimensión social de la Eucaristía. Una dimensión que quizá hemos perdido en favor de una devoción más intimista. Si no vivo la Eucaristía pensando más en los demás que en mí mismo, la Eucaristía carecerá de sentido.
Sabiendo Jesús que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte Él solo.
La gente se entusiasma con Jesús, no por amor sino por egoísmo. Entienden que con Jesús tendrán resueltos sus problemas. Cuando le oigan hablar de cruz, le abandonarán.
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