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21/05/2021 Viernes 7º de Pascua (Jn 21, 15-19)

Situamos la escena. Los discípulos están abatidos después de una noche estéril de pesca. Amanece, y Jesús, desde la orilla, les hace una sugerencia. Le obedecen aunque no le reconocen. Y en seguida las redes revientan de peces. Entonces sí que le reconocen. Al desembarcar ven que Jesús tiene ya preparado el pan con un pez sobre unas brasas. Les invita a almorzar y se sientan en torno al fuego sobre la arena de la playa. Es una escena idílica.

Cuando terminaron de comer, dice Jesús a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres más que estos?

Los discípulos son testigos del diálogo entre Jesús y Pedro, como antes habían sido testigos de la fanfarronada de Pedro: Daré mi vida por ti (Jn 13, 37). Jesús, con su perdón incondicional, borra los efectos negativos que pesan en la conciencia de Pedro. Además, le inyecta una buena dosis de sabiduría; o de humildad, que es lo mismo.

Pedro se entristeció de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le dijo: Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero.

Pedro atesorará este momento como uno de los grandes hitos de su vida. Aquí madura el pastor humilde, comprensivo, afable y fraterno de sus cartas. Aquí aprende Pedro a entonar su FELIX CULPA personal. Aquí aprende, como Pablo, a gloriarse de sus debilidades sabiéndose fuerte cuando se ve débil: así habita en él a fuerza de Cristo (2 Cor 12, 10). Aquí aprende Pedro que sin la amarga experiencia del pecado, no puede darse la liberadora experiencia del perdón, ni el carisma divino de la misericordia. Aquí entierra Pedro las actitudes pedantes del pasado.

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