21/05/2025 Miércoles 5º de Pascua (Jn 15, 1-8)
- Angel Santesteban
- 20 may
- 2 Min. de lectura
Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he dicho; permaneced en mí y yo en vosotros.
Poco antes, después de lavarles los pies, les había dicho: Vosotros estáis limpios (Jn 13, 10). Puesto a decir cosas a sus discípulos, Jesús podría haberles dicho algunas menos agradables; por ejemplo, lo poco de fiar que son o lo mucho que hay en ellos de inconsistencia. Pero, porque les mira con amor, ve en ellos lo que quiere ver.
Los seguidores de Jesús debemos aprender a mirarnos a nosotros mismos como nos mira Él. Por ejemplo, tal como miró a Pedro inmediatamente después de sus negaciones: El Señor se volvió y miró a Pedro (Lc 22, 61). Pedro recordó y lloró amargamente (Lc 22, 61). Cuando el pecado se encuentra con la misericordia aprendemos, como dice el Papa Francisco que el Padre jamás se da por vencido hasta que no se haya disuelto el pecado y superado el rechazo con la compasión y la misericordia. Es entonces, como dice el Papa Benedicto, cuando encontramos en Cristo al Dios vivo y conocemos lo que es la vida. Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.
Nosotros, los sarmientos, estamos hechos para vivir y producir frutos frescos y sabrosos. Para eso es necesario estar bien conectado a la Vida, como el sarmiento a la vid. Al margen de Jesús la persona humana desconoce la plenitud, no sabe de verdadera calidad de vida.
Será bueno preguntarme: ¿Qué cosas nutren mi vida? ¿Cuánto me dejo encandilar por la savia del mundo, y cuánto trato de dejarme empapar por la savia del Señor?
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