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21/07/2021 Miércoles 16 (Mt 13, 1-9)

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar.

Es la introducción al discurso de las parábolas. Recuerda a la del discurso de la montaña; allí Jesús se sentó sobre la montaña (Mt 5, 1), aquí a orillas del mar. Las siete parábolas presentan los problemas, perspectivas y rasgos esenciales del Reino. Dice el Papa Benedicto que las parábolas son el corazón de la predicación de Jesús. La majestad del Salvador resplandece oculta detrás de cada parábola. Para presentarlas, Jesús escoge un hermoso escenario: Se reunió tanta gente junto a Él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la ribera.

Salió un sembrador a sembrar.

El sembrador, como se ha hecho hasta tiempos recientes, esparce a boleo la semilla que lleva en un zurrón colgado al cuello. No es cicatero; no le preocupa que mucha semilla se pierda. El Reino de Dios es derrochón; no hay lugar para cálculos mezquinos.

El sembrador es Jesús. Podemos imaginar que cuando se levantaba temprano y se retiraba a un lugar solitario, comentaría con Abbá lo mucho que siembra y lo poco que recoge; y que Abbá le haría entender que, a pesar del aparente fracaso, la siembra acaba siendo exitosa. Jesús, cada día un poco más, mira y analiza la realidad con los ojos de Abbá.

Para quienes confían mucho en números y estadísticas, este sembrador es un desastre. Pero, para nuestro Sembrador, la alegría de ver cómo algunas semillas germinan y dan fruto, justifica el derroche y el desperdicio.

El que tenga oídos, que oiga.

Hay que afinar la escucha para sintonizar con el Sembrador, y situarnos en su misma longitud de onda, y ver la realidad como Él la ve.

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