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21/09/2021 San Mateo, Evangelista (Mt 9, 9-13)

Cuando se iba de allí, al pasar, vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos y le dice: Sígueme. Él se levantó y le siguió.

Mateo es un publicano, un recaudador de impuestos. Junto con el de las prostitutas, es el colectivo más despreciado por los judíos de bien. También los publicanos se han vendido por dinero, prestando su colaboración al ocupante romano.

Jesús ve a Mateo al pasar. Le ve sentado, bien asentado en una profesión que le proporciona seguridad material. Sin embargo, y aunque Jesús apenas se detiene, basta una palabra para que Mateo, de inmediato, se levante y abandone su despacho. El momento evoca aquel otro en que Pablo es derribado de su cabalgadura camino de Damasco.

Estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores que habían acudido se sentaron con Jesús y sus discípulos.

Jesús disfruta sentado a la mesa con los indeseables; y ellos con Él. En verdad, Jesús es el rostro de la misericordia del Padre. Misericordia es la vía que une a Dios y al hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados sin tener en cuenta el límite de nuestro pecado (Papa Francisco).

Id a aprender lo que significa: Misericordia quiero, que no sacrificio.

El Dios de los fariseos se parece poco al Dios de Jesús, al Dios que es Jesús. El Dios que es Jesús ha venido para llamar y salvar a los pecadores, no a quienes no sienten necesidad de perdón. Es ésta una de las páginas, una de tantas, que nos dicen muy claramente cómo es Dios. No se puede ser buen cristiano sin haber entendido que Dios quiere la misericordia antes que el culto.

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